BOLERO
Se describe ya el bolero como una evolución de las seguidillas. Hereda de éstas el compás ternario, la literaria forma métrica y su estructura, que consiste en tres partes conocidas como coplas o mudanzas. Este juego se repite tres o cuatro veces, dependiendo de las costumbres de la región y la preferencia del maestro. Después de cada repetición, se produce una interrupción denominada el bien parado, durante la cual el bailarín permanece estático, pero plantándose en airosas figuras.
Los brazos, con sus movimientos, llevan a cabo un papel relevante en el bolero; y, aunque no siempre sea así especialmente en el ballet, debido a estar sustituidas por otros instrumentos en la orquesta o incluidas en la misma, tradicionalmente las manos del bailarín han estado ligadas a las castañuelas, denominadas también palillos o pitos, según la región.
FANDANGO
Diversos escritores románticos intentaron vincularlo a un antiguo baile sensual de los tiempos romanos conocido como cordax (también llamado iconici motus por el poeta Horacio y por el comediógrafo Plauto). El escritor de sátiras Juvenal hace una mención específica hacia el testárum crépitus (chasquear las castañuelas) que, en su expresión griega temprana, eran usadas como címbalos o platillos para dedos.
Según el Diccionario de Autoridades de 1735, para entonces el fandango en España era un “baile introducido por los que ha estado en los reinos de las Indias”, es decir, se entiende que su origen es hispanoamericano y no español peninsular. Dada la popularidad del fandango como danza de exhibición a finales del siglo XVIII y principios del XIX, no es de extrañar su presencia y arraigo en la tradición de Asturias, Castilla-La Mancha, Extremadura, Cataluña, Valencia; Pais Vasco o Portugal. En su forma galante, el género llegó a tener cierta proyección en la tradición culta europea a través de la obra de Luigi Bocccherini, del padre Antonio Sole y de Doménico Scarlatti.
JOTA
La jota manchega, típica del lugar, tiene como característica propia que tiene rasgos de ronda. A muchas jotas manchegas se las conoce por «Jota del Mantecado», ya que era frecuente cantarlas y bailarlas en fechas cercanas a la Navidad (y también en otras fechas señaladas).
La jota es una forma músico-tradicional de las llamadas fijas y su fisonomía coreográfica-cantable es de las más conocidas en España.
Musicalmente, la jota está constituida por una parte instrumentada y cantada a coro que se le da el nombre de estribillo –“rabillo” en algunos lugares- y que suele ser la que inicia la danza.
Normalmente presentan un dibujo melódico de carácter alegre formado por notas de corto valor y va seguida de lo que popularmente se conoce como “estrofa” –copla, en distintos pueblos-, cantada ésta por una sola voz, acompañada del resto de instrumentación que se limitará a eso, a acompañar, marcando con rigor el ritmo ternario pero sin sobresalir de la voz.
SEGUIDILLAS
Los orígenes de la seguidilla se remontan al siglo XV. Los antecedentes más tempranos se encuentran en las jarchas hispano-mozárabes de los siglos XI y XII, así como en las cantigas gallegas de Alfonso X el Sabio. La denominación «seguidilla» aparece por primera vez en el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán (1599), quien afirma que «las seguidillas arrinconaron a la zarabanda», si bien la primera definición aparece en el Cisne de Apolo de Luis Alfonso de Carvallo (1602). Fue popular en época de Cervantes e igualmente se incluye en la mayoría de las obras del teatro español del siglo XVIII.
Las seguidillas nacieron en La Mancha y por ello recibieron el apellido de manchegas. La comarca natural de La Mancha comprende parte de las provincias de Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo, e irradia a toda Castilla-La Mancha donde se manifiesta, además de en seguidillas manchegas, en variantes tales como seguidillas corridas, boleras, torrás, paraíllas, poblatas, pardícas, gandulas, ... Como manifestación de música popular, se ha extendido por varias regiones, fundamentalmente del centro y sur de España, y por otros países, generalmente de Latinoamérica, donde se pueden encontrar distintas variedades.
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RONDEÑAS
Tiene su origen en el fandango malagueño, concretamente en las bandolás, de los que forma parte.
Según algunos autores, su nombre procede de las rondas nocturnas que, antaño, hacían los novios para cantar a su pretendida, aunque otros autores estiman que su nombre proviene de la ciudad de Ronda, por ser originarios de la serranía que la rodea.
Se expandió enormemente por toda Andalucía a lo largo del siglo XIX: tanto es así que numerosos turistas extranjeros de la época tuvieron referencia de ella, y lo relataron después de sus viajes.
El cante ha evolucionado en los últimos tiempos, estando menos recargada de melismas y siendo algo más lenta en un principio. Es una composición sin compás, ad líbitum, y sus letras se identifican mucho con la vida campestre. Se trata de una copla de cuatro versos octosílabos, generalmente con rima consonante, que se convierten en cinco por repetición, normalmente del segundo, pero también puede darse sin repetición.
Su baile, carente inicialmente de compás, presenta un compás abandolao. Otros tomaron el ritmo del taranto, presentando notables similitudes con este, siendo la rondeña, no obstante, más abierta y evocadora.
La Rondeña es un fandango, o mejor dicho, unos pocos fandangos que deben su nombre genérico, en opinión de la mayoría de estudiosos, a su lugar de origen, la ciudad malagueña de Ronda, localidad fronteriza entre las provincias de Málaga y Cádiz, aunque, seguramente, proviene de antiguos cantos de rondar que pudieron ser, antes de aflamencarse, canciones de rondar las calles de pueblos y ciudades. No en vano, existen rondeñas en varias localidades españolas.
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